Temían, en aquella vieja casa, temían. Se fue la luz, y ahí, en lo desconocido se quedaron encogidos, en un rincón, temiendo todo lo conocido por no poder ya verlo. Pero entre tímidos quejidos, se levantó una voz, única y poderosa, más temida que la oscuridad pero para ellos tranquilizadora. “¡Ya tomo yo el mando!”, gritó “¡confiad en mí, y os llevaré de nuevo a la calma de lo conocido!” Se levantó y, sin dudar, a grandes pasos fue hasta el interruptor, lo encendió, nada sucedió, la oscuridad seguía allí, pero con un gesto fuerte y autoritario, volvió a apagar el interruptor se giró hacia ellos y les dijo “¡Dejad de temer la oscuridad desconocida, ya estáis a salvo, ahora solo os envuelve la oscuridad conocida!” Y viendo que era verdad, que el interruptor estaba apagado que lo desconocido ahora se les presentaba tan escondido como lo conocido, pudieron dormir tranquilos porque sabían que ahora él también vigilaba sus sueños y sus temores.